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La Economía de la Migración

La esencia del argumento económico para la migración es simple: es el mismo que el argumento de los mercados en general. Si la gente toma decisiones basadas en su propio interés económico, esto maximizará la eficiencia, la producción general, y a cierta medida, el bienestar. Esto se aplica a donde vive y trabaja la gente tanto, si no más, como a la compra y vendida de bienes y servicios. Claro que aquí fallan los mercados, como en otras partes, y “más mercado” no siempre es mejor. Pero la noción que, como proposición general, los mercados son buenos para asignar recursos, incluyendo recursos humanos, es una ampliamente compartida entre los economistas.

Esta antología se sostiene también en un sentido más estrecho y más técnico. El argumento clásico para el libre comercio, como lo adelantaron David Ricardo y Adam Smith, no es sólo análogo a, si no formalmente idéntico al argumento para la libre circulación. Es fácil ver esto. En términos económicos, permitirle a alguien venir al país de uno y hacer comercio con uno (o que trabaje para usted, o emplearle) es igual que remover barreras comerciales con su país. Permite que haya mayor especialización – el principio de la ventaja comparativa, y por lo tanto mayor eficiencia en general.

Así que, ¿Cuál es el impacto si un país reduce las barreras al comercio o para la migración? La teoría sugiere que, para ambos el comercio y la migración, el impacto de reducir las barreras será positivo, pero habrán consecuencias distributivas. Es decir, el Producto Interno Bruto (PIB) –y más importantemente, el PIB per cápita, aumentará, pero algunos individuos y hogares saldrán perdiendo a corto plazo. En particular, el comercio perjudicará a aquellos que trabajan en sectores donde el país no tiene una ventaja comparativa, mientras que la inmigración perjudicará a quienes trabajan en competencia directa con trabajadores inmigrantes.

Los beneficiarios principales de la inmigración serán probablemente los inmigrantes, ya que, por definición, están tomando ventaja de la oportunidad de mudarse creyendo que les irá mejor (económicamente o en general) en un país distinto y por una cantidad suficiente como para justificar el costo (económico o en general) de mudarse. Mientras que los individuos se pueden equivocar sobre esto (como cualquier persona que toma una decisión cuando hay incertidumbre sobre el futuro), en general, se puede esperar que la mayoría de los beneficios de la inmigración se acumulen para aquellos que toman las oportunidades que presenta.

Como la migración (no) impacta los trabajos y salaries

La preocupación pública y política de Los Estados Unidos y otros países desarrollados tienden, por obvias razones, a enfocarse en el impacto sobre residentes actuales y especialmente los impactos distribucionales de la inmigración – los efectos negativos probables en el empleo y los salarios de trabajadores menos capacitados. Muchos no-economistas (y hasta algunos economistas) simplemente afirman como artículo de fe que tales efectos tienen que existir, por lo general sugiriendo que es una cuestión de “oferta y demanda.”

Pero esta es ciencia económica muy mala. Es enteramente correcto que los inmigrantes agregan a la oferta laboral. Hasta es cierto decir que los inmigrantes nos “quitan nuestros trabajos” (Yo trabajo y vivo en Londres, y estoy seguro que yo, como muchos economistas nacidos en el Reino Unido, he en algún tiempo fallado en obtener un empleo porque mi posible empleador prefirió contratar a un inmigrante). Pero el punto es que los inmigrantes (directamente o indirectamente) añaden a la demanda laboral como a la oferta laboral; ellos ganan dinero y lo gastan.

Ignorar este efecto, como muchos lo suelen hacer, es lo que los economistas llaman el “bulto de la falacia de trabajo,” la idea que el número de puestos de trabajos para todos es fijo, de modo que si un inmigrante a los Estados Unidos (o una persona mayor, o una mujer) ocupa un puesto, entonces un estadounidense (o una persona joven, o un hombre) sale perdiendo. Pero mientras que un inmigrante pueda “quitar” un trabajo para un trabajador estadounidense directamente, también pueda “crear” un trabajo para trabajadores estadounidenses. Del mismo modo, los salarios para trabajadores estadounidenses pueden subir o bajar. La única forma de averiguar qué le hace la inmigración a los empleos y salarios es mirar los datos.

La evidencia de investigación más famosa sobre esto en el mundo desarrollado proviene del estudio de David Card en 1990 sobre el ascensor de barcos de Mariel. El movimiento de refugiados cubanos a los Estados Unidos de los años 1980 representó un enorme “choque de oferta” de mayormente trabajadores inmigrantes menos capacitados al mercado laboral de Miami, Florida. Card descubrió, sorprendentemente, que el impacto al salario de los residentes nativos era muy pequeño. Este resultado fue tan controversial que los economistas aun lo discuten, casi 30 años después de su publicación, con el principal economista de inmigración estadounidense George Borjas, disputando sus conclusiones (aunque el consenso, como indicado por el economista de desarrollo Michael A. Clemens para Vox en 2017, queda que la conclusión original de Card es sostenida). En términos más generales, una gran cantidad de estudios posteriores, en los Estados Unidos y en el exterior, han apoyado en gran medida la conclusión de Card (revisada, por ejemplo, en un documento preliminar del 2011 por economistas Sari Pekkala Kerr y William R. Kerr). El consenso es que los efectos negativos de la migración sobre trabajadores nativos en países desarrollados son, si es que existen, relativamente pequeños y de corto plazo.

En el Reino Unido, tuvimos nuestro propio “experimento” reciente con un gran aumento de migración cuando ocho países de Europa Central y Oriental, todas con ingresos mucho más bajos que el de los Reinos Unidos, se unieron a la Unión Europea (UE) en el 2004. A diferencia con la mayoría de los miembros existentes, el Reino Unido decidió no imponer restricciones transicionales sobre los derechos de estos nuevos ciudadanos europeos para trabajar dentro de sus fronteras. Como resultado, el número de inmigrantes de otras partes de la UE trabajando en el Reino Unido se ha más que triplicado a 2.4 millones, o alrededor del 7% de la fuerza laboral. Pero a la sorpresa de muchos economistas, incluyéndome a mí, hay ahora un consenso claro de que incluso a corto plazo este aumento no parece haber tenido un efecto negativo en el resultado de empleo de los nativos del Reino Unido. De hecho, a pesar de que en los últimos años se registraron los niveles más altos de inmigración en la historia británica registrada, la tasa de empleo se encuentra en su nivel más alto desde el inicio de los registros. El aumento en inmigración ha sido acompañado por una expansión de trabajos para los trabajadores nativos.

El corolario lógico es que, si uno está preocupado por los empleos y los ingresos de los trabajadores menos capacitados, restringir la inmigración no es por donde debe comenzar. En su artículo de American Economic Review de 2018, Clemens, Ethan G. Lewis y Hannah M. Postel ilustran lo que es probable que suceda en su lugar. En 1965, los Estados Unidos terminó abruptamente el programa “bracero,” que permitió a los trabajadores mexicanos ingresar al país para realizar trabajos agrícolas estacionales; el razonamiento fue que al cortar el acceso a trabajadores extranjeros baratos las perspectivas de empleo mejorarían y se elevarían los salarios de los estadounidenses. Pero eso no sucedió; en lugar de eso, los agricultores simplemente redujeron la cantidad de trabajadores que emplearon al cambiar de cultivos o invertir en tecnología nueva y más costosa.

La inmigración y la innovación

Los impactos de la inmigración en la economía van más allá de los impactos directos en los empleos y salarios de los residentes nativos, al igual que los impactos económicos del comercio no solo se refieren a precios reducidos para los consumidores por importaciones baratas, sino que también incluyen un aumento en competencia, transferencia de tecnología, desarrollo de cadenas de suministro multinacionales, y más. El crecimiento de interés en las otras formas en que la inmigración afecta a la economía ha llevado a un conjunto considerable de evidencia que sugiere que la inmigración está asociada con una mayor innovación (por ejemplo, que los inmigrantes tienen más probabilidades de registrar patentes, y que esto, a su vez, lleva a un aumento en la actividad de patentes por parte de los residentes nativos). La inmigración también está asociada con el comercio internacional y la transferencia de conocimientos, particularmente en las industrias de alta tecnología.

En particular, los académicos han preguntado si la inmigración podría aumentar la
productividad y el crecimiento (per cápita). Es decir, ¿la adición a la población a través de la inmigración no solo aumenta el tamaño de la economía, sino también los promedios de ingresos y los estándares de vida? Esto puede parecer contrario a la intuición, especialmente si los inmigrantes tienen menos habilidades que los residentes nativos o son más probables de trabajar en empleos de menor productividad. Pero hay varios mecanismos por los cuales la migración podría aumentar la productividad. Las habilidades de los inmigrantes o los trabajos para cuales están preparados hacer pueden complementar los de los residentes nativos, mejorando el funcionamiento de la economía en todos los ámbitos. Por ejemplo, tanto en los Estados Unidos como en Italia, parece que la migración de los menos capacitados aumentó la participación en la fuerza laboral de mujeres nativas altamente calificadas, presumiblemente porque los migrantes realizaron servicios (cuidado de niños o trabajo doméstico) que permitieron a las mujeres que de otro modo hubieran tenido que permanecer en su casa, a salir a trabajar (véase, por ejemplo, artículos de 2011 de Patricia Cortés y José Tessada en el American Economic Journal: Applied Economics y Guglielmo Baron y Sauro Mocetti en Labor Economics). Alternativamente, si los migrantes de capacitación menor aumentan los incentivos para que los residentes nativos cambien de trabajo o adquieran más habilidades, esto puede mejorar en lugar de reducir sus oportunidades de empleo y salarios; los investigadores han encontrado estos efectos tanto en los Estados Unidos como en Europa. Mi propia investigación reciente en el Reino Unido, informada en septiembre de 2018 en VoxEU, sugiere que el impacto general de la migración en la productividad es realmente positivo.

Y sí parece que los países con niveles más altos de inmigración sí, en igualdad de condiciones, ven un crecimiento más rápido como resultado (los estudios de apoyo incluyen el artículo de Ekrama Boubtane, Jean,Christophe Dumont y Christophe Rault del 2016 en Oxford Economic Papers, el papel de Francesc Ortega y Giovanni Peri del 2014 Journal of International Economics). Un análisis realizado en 2016 por investigadores del Fondo Monetario Internacional encontró que un aumento del 1% en la proporción de migrantes en la población adulta se traduce en un aumento del PIB per cápita y la productividad de aproximadamente el 2%. (Quizás sorprendentemente, los impactos agregados estimados de las migraciones de alta y baja cualificación no son significativamente diferentes. Sin embargo, las implicaciones distributivas son bastante diferentes: las personas con ingresos más altos ganan más de la migración de baja cualificación).

En términos más generales, algunos han argumentado que la inmigración, particularmente de países menos desarrollados a economías avanzadas, tiene el potencial de socavar las instituciones del país de destino, especialmente si los inmigrantes tienen un capital social más bajo que los nativos. Sin embargo, los enfoques analíticos del tema, como el que se informó en el artículo de Benjamin Powell, J.R. Clark y Alex Nowrasteh en el Journal of Economic Behavior and Organization, no encuentran tales impactos.

Sin embargo, es incontrovertido observar que los inmigrantes no son homogéneos: importa quiénes son, de dónde vienen y qué habilidades y otros atributos tienen. El sentido común parece sugerir que los inmigrantes calificados serían más beneficiosos que los no calificados, y que los inmigrantes seleccionados o elegidos por el país de inmigración serían más beneficiosos que otros, como los refugiados o los que se mudan por razones familiares. Pero la evidencia empírica es menos clara sobre esto de lo que se podría esperar. Como lo muestra la discusión anterior, existen circunstancias en las que la inmigración menos capacitación también puede ser positiva, ya que llena brechas específicas en el mercado laboral o es complementaria al trabajo de los residentes nativos con mayores calificaciones, lo que permite que la economía en general funcione de manera más eficiente.

Además, mientras que puede parecer atractivo que los gobiernos digan que quieren gestionar la política de inmigración para que un país solo obtenga los inmigrantes que “necesite” (generalmente inmigrantes calificados), en la práctica es más difícil de lo que parece. Ningún sistema puede seleccionar a la perfección o incluso cerca de la perfección (ver, por ejemplo, Powell en el Review of Austrian Economics, 2016). Sorprendentemente, es difícil trabajar sólo con el historial educativo de alguien o las calificaciones en papel, qué tan bien se desempeñarán en un nuevo país. Los gobiernos no son muy buenos en la planificación económica en general y ciertamente no en lo que respecta a los mercados laborales. Y, un punto que a menudo se pierde en los debates políticos internos, la migración no es solo una cuestión de un país que elige a sus inmigrantes, los inmigrantes tienen que elegir el país.

Sin embargo, la mayoría de los países sí dan un trato preferencial a los migrantes altamente calificados. Australia, Canadá y Nueva Zelanda a menudo se destacan como países de alta inmigración con fuertes preferencias por inmigrantes más capacitados o educados. Estos sistemas parecen funcionar razonablemente bien, ciertamente mejores que los de Estados Unidos, y, lo que es más importante, comandan un grado razonable de consenso político. Pero incluso estos sistemas son algo impredecibles, ya que el desempeño en el mercado laboral de los inmigrantes recientes en todos estos países no coincide con las calificaciones educativas de esos inmigrantes. En cambio, en el Reino Unido, la migración del resto de la UE, que, según las normas actuales de libre circulación, no está planificada, gestionada o seleccionada por el gobierno del Reino Unido, ha dado como resultado una mezcla de migrantes que, sin embargo, tiene una cualificación relativamente alta, incluso en comparación con los países mencionados.

El éxito de los inmigrantes tampoco depende sólo de los inmigrantes mismos: las políticas de los países de destino, tanto en la operación de los mercados laborales como, en general, importan al menos igual. Esto es particularmente evidente en Europa, y particularmente importante, dada la llegada de un gran número de refugiados y migrantes irregulares en los últimos años. Algunas economías y sociedades europeas son mucho más exitosas que otras al integrar a los inmigrantes en sus mercados laborales. Mientras que en el Reino Unido, los inmigrantes sólo son ligeramente más propensos a estar desempleados que los nativos, en España, Grecia, Bélgica y Suecia existe una brecha de 10 puntos porcentuales o más. Aparecen divergencias similares en otros indicadores: por ejemplo, Francia, Alemania y Finlandia tienen vacíos preocupantes entre el rendimiento educativo de los hijos de nativos y los hijos de inmigrantes.

Las razones de estas divergencias son complejas y variadas, desde los antecedentes culturales y religiosos de los inmigrantes hasta la discriminación y exclusión racial y religiosa y las diferentes instituciones del mercado laboral de diferentes países europeos. Pero si los países de destino se dan cuenta de los beneficios potenciales tan grandes de esta nueva ola de inmigración, la política no debe ser sólo acerca de dónde poner a los recién llegados y cómo lidiar con su reasentamiento en el corto plazo, sino cómo garantizar que se logren integrar con éxito, tanto económicamente como socialmente. Esto no será fácil ni vendrá sin costo, ni para los migrantes ni para los países que los hospedan.

Si la inmigración es generalmente un beneficio para el país al que se muda un inmigrante, entonces una respuesta intuitiva es que, por lo tanto, debe ser un costo para el país desde el cual se mudan. Esto no es más cierto que la opinión “Trumpiana” de que las exportaciones son buenas para la economía de un país, por lo tanto las importaciones deben ser malas Ni el comercio ni la migración representan un juego de suma cero.

Existen inquietudes legítimas sobre el impacto, especialmente en los países en desarrollo, si una proporción significativa de los segmentos más cualificados o con mayor nivel de educación de la población se va, lo que se conoce como la “fuga de cerebros,” aunque muchos dirían que deberíamos preocuparnos por la gente en lugar de países y es probable que sean los que emigran de los países en desarrollo a los países desarrollados quienes más se benefician de la inmigración. En cualquier caso, desentrañar los impactos en quienes no se mueven no es sencillo. Claramente, perder médicos calificados, especialmente si han sido educados a costa del estado, no es probable que sea una buena noticia para los países en desarrollo. Pero también hay impactos compensatorios que pueden ser más positivos. Las remesas de familiares que han emigrado son una fuente vital de ingresos en muchos países. Y la emigración, a veces combinada con la migración de retorno, puede, con el tiempo, resultar en redes que conducen a aumentos en el comercio. El consenso actual es que si bien puede haber inquietudes específicas, particularmente en el sector de la salud, en general, la evidencia no sugiere que la emigración sea mala para el desarrollo (como se ve en el artículo del 2015 en el Journal of economic Perspectives de Clemens). Una posible excepción puede no ser en los países en desarrollo, sino en la UE, donde algunos países, incluyendo Letonia y Lituania, tienen altos niveles de emigración, especialmente de jóvenes, combinados con bajas tasas de natalidad; El riesgo es una espiral demográfica descendente.

Vale la pena señalar que ninguno de estos análisis proporciona una guía para la pregunta de cuántos inmigrantes debe admitir un país. Los economistas generalmente argumentarían que esta no es una pregunta terriblemente útil. Al igual que no hay un nivel óptimo de exportaciones o importaciones, desde una perspectiva económica, la clave es establecer la política correcta sobre a quién se le debe permitir el ingreso, luego permitir que el mercado, las decisiones individuales de los migrantes, en lugar de las cuotas, determine quiénes vienen y cuántos. Por supuesto, eso no necesariamente aborda preocupaciones políticas y sociales más amplias en torno a la “velocidad del cambio;” en la práctica, el nivel general de inmigración en cualquier país en cualquier momento tiende a ser impulsado por un equilibrio de presiones políticas y económicas. Para las economías avanzadas, ni las fronteras completamente abiertas ni las completamente cerradas son una estrategia viable.

la política de la inmigración

Si los beneficios económicos de la inmigración están bien establecidos y, en su mayor parte, ampliamente difundidos, ¿qué explica la reciente reacción política en gran parte del mundo desarrollado? Parece intuitivo que debe haber una conexión entre la elección de Trump, el voto del Reino Unido para abandonar la Unión Europea y el auge de los populistas de la extrema derecha en gran parte de Europa continental. Una década después de la crisis financiera, los cimientos políticos del orden liberal de la posguerra (y de la posguerra fría) parecen desmoronarse, y un factor común parece ser la importancia de la inmigración como un problema que disuelve las coaliciones electorales anteriores.

Pero si bien la retórica y el sentimiento antiinmigrantes es un tema común, las circunstancias de cada país son muy diferentes. En los Estados Unidos, Trump se enfocó en la migración irregular de México y América Central y sus supuestos impactos en el crimen y la seguridad, aunque hay poca o ninguna evidencia, en los Estados Unidos o en otros lugares, para justificar sus afirmaciones terribles (aquí, la entrada de Brian Bell y de Stephen Machin en 2013 sobre inmigración y delincuencia en el International Handbook on the Economics of Migration es instructiva. En el Reino Unido, el ostensible enfoque de la campaña Brexit fue en la libre circulación dentro de la UE, predominantemente por los europeos orientales blancos, aunque el potencial para la futura migración de Turquía y los puntos más al este también fue un tema fuerte. En países de Europa occidental como Suecia, Alemania, Francia e Italia, los populistas de derecha fueron impulsados por la reacción pública a los flujos de entrada de refugiados y migrantes de Siria y África. Y en Polonia y Hungría, a pesar del hecho de que los flujos de entrada de inmigrantes son extremadamente pequeños, los partidos en el poder han apelado con éxito a los sentimientos nacionalistas al centrarse específicamente en la amenaza de la que inmigración musulmana invadirá a la Europa “cristiana.”

Un considerable cuerpo de investigación relaciona los puntos de vista antiinmigrantes con temas “culturales” más amplios, en particular, aquellos que dividen a los “liberales” sociales de los “conservadores;” sin embargo, no está claro por qué la inmigración, en particular, se ha convertido en tan fuerte enfoque. Ni la economía ni la política pueden, en sí mismas, proporcionar un hilo común que vincule estos fenómenos disparates. Las tendencias económicas que fluyen de la globalización son claramente relevantes; La fuerza electoral de Trump, Brexit y la extrema derecha francesa en las áreas más afectadas por la desindustrialización en los años 80 y 90 está bien establecida. Pero el vínculo directo con la inmigración está lejos de ser claro. Por ejemplo, en el voto Brexit, las áreas con niveles más bajos de inmigración (aunque, en algunos casos, con aumentos recientes significativos desde una base baja) tenían más probabilidades de votar “Salir.” En Europa del Este, que ha visto parte de la retórica antiinmigrante más virulenta de los partidos en el poder, el desempeño económico en la década de 2010 ha sido bastante bueno y los niveles de inmigración son relativamente bajos.

No hay duda de que aquellos con actitudes negativas hacia la inmigración tienen más probabilidades de votar por los populistas de derecha; pero esas actitudes también están fuertemente correlacionadas con puntos de vista autoritarios y socialmente conservadores en todos los ámbitos. Y también hay fuertes diferencias entre los países, ya que las actitudes racistas hacia las minorías étnicas son más fuertes y un mejor predictor de los patrones de votación en algunos países que en otros. En general, los patrones de causalidad entre las condiciones económicas, las actitudes hacia la inmigración y los resultados políticos son complejos y multidimensionales.

¿Qué sigue de aquí?

¿Dónde deja esto a los economistas y otros científicos sociales que comparten la opinión de que la evidencia apoya firmemente la inmigración como, en general, un claro beneficio para los países de destino? que las consecuencias negativas para grupos específicos de trabajadores son relativamente pequeñas; que la reacción política contra la inmigración en muchos países no es económicamente racional; y que, sobre todo, la liberalización de la política de inmigración llevaría a grandes beneficios de bienestar para aquellos, especialmente de los países más pobres, que podrían beneficiarse de las oportunidades que ofrece.

En un extremo, académicos como Clemens argumentan que tanto la teoría como la evidencia sugieren que los beneficios económicos de poner fin a todas las restricciones a la migración, una política de fronteras abiertas, son extremadamente grandes. Las ganancias de dicha política podrían, sin suposiciones inverosímiles, equivaler a una duplicación del PIB mundial, con ganancias de bienestar aún mayores para quienes viven actualmente en los países más pobres. Esto implica que, al menos en términos económicos, el argumento a favor de las fronteras abiertas es muy fuerte. Otros, a menudo abogados o filósofos políticos, hacen el mismo argumento desde una perspectiva libertaria o basada en los derechos (en oposición a la perspectiva utilitaria o consecuencialista generalmente asumida, implícitamente, por los economistas). Desde mi punto de vista, independientemente de los argumentos de principios, este no es un argumento que un economista pueda razonablemente esperar que gane en un país desarrollado en el futuro previsible.

En el otro extremo, hay economistas que argumentan que el populismo de derecha representa una reacción contra la globalización que, al menos en parte, está justificada por impactos económicos objetivos, incluso si su manifestación política es a menudo profundamente desagradable; y que los economistas, como yo, que afirman que esos impactos son, al menos cuando se trata de inmigración, relativamente menores, están ignorando deliberadamente las consecuencias políticas negativas. Como uno de esos estudios, Rodrik, escribió en el Journal of International Business Policy en 2017, “En Europa, la reacción violenta contra los inmigrantes y los refugiados ha sido relativamente repentina y podría producir consecuencias dramáticas no sólo para el proceso de integración europea sino también para las democracias europeas. Muchos economistas creen que la reacción es impulsada por nativistas que no entienden los beneficios de los flujos libres de mano de obra y personas. Pero esto hace poco para aminorar las consecuencias.” Desde esta perspectiva, la respuesta es concentrarse en mejorar las políticas domésticas mientras se acomoda la presión política para reducir la inmigración y restringir otros aspectos de la globalización.

Mientras que esta perspectiva puede parecer atractiva para los políticos a los que les resulta cada vez más difícil mantener un enfoque ampliamente “liberal,” no creo que los economistas o los científicos sociales deban respaldarlo. Existe poca o ninguna evidencia de que retirarse del apoyo a las políticas de inmigración relativamente liberales, en lugar de tratar de explicar los beneficios y abordar directamente cualquier impacto negativo genuino, a largo plazo, mejorará los resultados reales para los más vulnerables al señuelo de populismo de derecha o mejorar las percepciones públicas del impacto de la inmigración. En la medida en que tenemos ejemplos positivos de países que han combinado políticas relativamente abiertas con el consentimiento público, son aquellos, como Irlanda, Canadá y España, los que han seguido este último enfoque. La inmigración es un raro ejemplo de un tema en el que los economistas y otros científicos sociales de todo el espectro político están de acuerdo, y debemos mantener nuestra posición.

Recursos recomendados (en inglés)

Michael A. Clemens. 2011. “Economics and Emigration: Trillion-Dollar Bills on the Sidewalk?” Journal of Economic Perspectives 25(3). A compelling argument that liberalizing migration rules would yield huge economic benefits.

Michael A. Clemens. 2015. “Why it’s time to drop the brain drain refrain,” Center for Global Development blog. A counter to the common argument that emigration hurts developing countries.

Florence Jaumotte, Ksenia Koloskova, and Sweta C. Saxena. 2016. “Impact of Migration on Income Levels in Advanced Economies.” Spillover Task Force, International Monetary Fund. Recent IMF research on whether immigration is good for growth and incomes.

Sari Pekkala Kerr and William R. Kerr. 2011. “Economic Impacts of Immigration: A Survey,” NBER Working Papers 16736. A review of the research evidence on the economic impacts of immigration.

Jonathan Portes. 2018. “The Economic Impacts of Immigration to the UK” and “New Evidence on the Economics of Immigration to the UK,” VoxEU (April and October, respectively). News summaries of the research evidence on the economic impacts of migration to the UK on jobs, wages, productivity, and more.